Reír no es necesario, fue lo que nos dijo la terapeuta al comienzo de la sesión.
Al escuchar esa frase me pareció que era una paradoja ya que yo siempre había pensado que en un taller de risoterapia reír era imprescindible. Era mi primera vez y, partiendo de esta premisa, cuando llegó el final descubrí que, aunque no era necesario, era realmente difícil parar de reír.