El poder de las palabras es extraordinario y eso nos hace responsables del efecto de las nuestras porque tienen el poder de crear y destruir. También pueden cambiar el mundo.
Efectivamente nuestras palabras además de decir mucho de nosotros, sobre todo por la intención que ponemos cuando hablamos, tienen la capacidad de transformar y transformarnos según como sean utilizadas.
Ultimamente me ocurre que, el efecto de las mías no se corresponde con la intención con la que yo las pronuncio y en mi caso no me traen precisamente alegrías, sino más bien la necesidad de matizar, aclarar y enfatizar para corregir su impacto y que el mensaje sea exactamente el que yo quise decir al inicio.
Tengo la (errónea) creencia de que cuando me expreso transmito lo que realmente quiero decir, sin embargo, a veces por los mensajes o actitudes que recibo de vuelta, veo que nada más lejos de la realidad. Eso me produce desconcierto, amén de la necesidad de recomponer la comunicación con mis interlocutores. Siempre necesito reconducir la situación, pero cuando son personas muy queridas, me preocupa mucho el efecto producido y su inmediata reparación. Creo que de todo este proceso nace la palabra malentendido que significa «mala interpretación, o equivocación en el entendimiento de algo», según la RAE.
Cuando la comunicación es verbal además de las palabras que decimos influye enormemente el tono de voz y la actitud que mantenemos en la charla pero, ahora que usamos tantísimo las redes sociales o el whatsapp para comunicarnos el mensaje se reduce a la única utilización de las palabras. Bueno y también de los fantásticos emoticonos, que nos ayudan a imprimir cierta expresión, por llamarlo de alguna manera, a la conversación. Muchas veces, cuando recibo whatsapp’s o sms’s tengo que hacer verdaderos esfuerzos por intentar entender lo que me quieren decir, más allá del sentido literal de lo que me están diciendo y dependiendo de la persona que me los envía.
Pero las palabras van más allá, tienen vida propia, mucha fuerza y, como decía al principio, el poder de construir y también de aniquilar, todo depende de cómo y para qué las utilicemos.
A diario leemos y escuchamos gurús que, con las palabras, nos intentan convencer de sus tesis da igual el tema de que se trate. También es muy habitual encontrar en los libros de autoayuda la recomendación de memorizar palabras con connotaciones positivas para conseguir estados de felicidad y desechar las negativas para eludir estados de infelicidad.
En la Historia tenemos ejemplos de grandes oradores que, con la palabra, movilizaron a las masas predicando su apoyo a la «no violencia», en su lucha contra la dominación o el racismo como Gandhi, Nelson Mandela o Martin Luther King, entre otros.
A todo esto yo le añadiría otro ingrediente: me refiero a «la intención». Esa voluntad que imprimimos a las palabras para conseguir un determinado efecto. Y no me parece un tema baladí ya que, en mi opinión, es determinante a la hora de transmitir los mensajes.
Si a la fuerza que tienen las palabras por sí solas le añadimos la intención, su efecto se multiplica exponencialmente. Y es nuestra responsabilidad su adecuada utilización, su uso para crear mejores cosas, mejores relaciones, mejores vidas.
Queremos ilusionar con palabras de entusiasmo pero siempre van acompañadas de gestos que demuestran el nuestro. O queremos mermar el ánimo de nuestro adversario, entonces utilizamos palabras hirientes pero también acompañadas de gestos duros y arrogantes.
Para evitar esos malentendidos tenemos que ser prudentes con el uso de las palabras pero sin perder la frescura, la espontaneidad y la alegría que también pueden ayudarnos a construir relaciones positivas y duraderas en el tiempo.
Os animo a que compartais con nosotros vuestra relación con las palabras ¿No os pasa a veces que queréis decir una cosa y entienden otra? ¿Pueden influir de forma determinante en el estado de ánimo de las personas? ¿pueden generar victorias y derrotas?
«Las palabras contienen la fuerza más poderosa que posee la humanidad. Podemos elegir utilizar su fuerza constructivamente con palabras de aliento, o destructivamente utilizando palabras negativas. Las palabras poseen la energía y el poder con la habilidad de ayudar, de sanar, de obstaculizar, de dañar, y de humillar».
– Yehuda Berg
Hablando de palabras, espero que nunca os quedéis sin ellas aunque, a veces, no sea fácil encontrar las adecuadas. Hoy os dejo con esta canción de F.R.David Words don’t come easy
La próxima semana, por motivos personales, probablemente no pueda publicar el post habitual pero os prometo volver por aquí en dos semanas¡¡
Sed felices¡
Hola Tere!!..No tengo «Palabras»..jejeje .. pásalo de escándalo !! que algunas veces «sobran las palabras». no crees guapetona?…muuak
Gracias Katy. Aunque a veces las palabras sobran creo que son las menos, siempre y cuando lo que decimos aporte algo positivo a los demás¡¡
Interesante articulo. Añadiría que, en muchos casos, lo que se dice se recibe de forma diferente no solo dependiendo de las palabras que se eligen y como se acompañan sino de la predisposición positiva o negativa que se tiene hacía el emisor del mensaje, bien por experiencias anteriores o por otras causas.
Excelente canción
Un saludo
Ciertamente, como dices, hay ocasiones en los que también hay que añadir ese factor, sobre todo si ha habido conflictos previos. En ese caso ya hay antecedentes que pueden llevar al emisor a estar predipuesto para posibles defectos en la comunicación. También influyen otros factores como el estado de ánimo y el momento personal de cada uno de los interlocutores. Cuando nos ponemos a analizar con mayor profundidad los temas, es curioso cómo algo que podría parecer tan sencillo como es mantener una conversación con buen ánimo, puede tener tantas interferencias que no permitan llegar a un final satisfactorio. Y eso que dicen que «hablando se entiende la gente».
Tal vez los malentendidos a veces surgen con nosotros mismos, por no tener claro lo que deseamos o sentimos, sucede ante situaciones inesperadas que nos toman por sorpresa. En ese sentido, primero estar seguros de que sabemos comunicarnos con nosotros mismos, algunos indicadores de esto pueden ser la congruencia entre nuestros dichos y acciones, así como la paz interior. Un abrazo, nos vemos en dos semanas.
POST CLOSED
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